jueves, 27 de mayo de 2010

La izquierda del Pedagógico y el futuro de nuestra Federación


Han pasado ya más de dos meses desde que entramos a clases. En una cantidad importante de carreras se ha estado produciendo un debate sobre cómo debemos organizarnos, sobre si la FEP de “democracia directa” puede o no servir para enfrentar las luchas estudiantiles que se nos vienen, y sobre los caminos alternativos a la mera organización por Asambleas que demostró no ser fiel a las necesidades más urgentes del estudiantado. Esos debates han producido, también, algunos cambios importantes de perspectiva en algunos departamentos. Avanzando hacia la reconstrucción de una orgánica estudiantil seria, representativa y directa a la vez; participativa, pero también eficaz, democrática y combativa, muchos estudiantes están preguntándose acerca de cómo salir del actual atolladero en el cual nos metió la “democracia directa” sin contrapeso real más allá del griterío de las asambleas generales.


Nuestra opinión en el curso de este debate ha sido bastante clara: nosotros no apostamos, ni apostaremos jamás, por anular los canales de participación estudiantil. Nos interesa, efectivamente, mantener las asambleas, las comisiones de trabajo, en las que se plasme efectivamente la opinión de la totalidad de los estudiantes, opinión generalmente confrontada y en desacuerdo: cosa que, creemos, constituye la esencia de la política. Sin embargo, paralelo a todo este aparato de participación “directa”, creemos que debe haber espacios representativos preparados para enfrentar los momentos de reflujo, para mediar, a su vez, la serie de conflictos que se presentan en la vida política universitaria, para defender los intereses del estudiantado en las negociaciones colectivas, reconstruir y orientar el debate cuando sea necesario. Cuando hablamos de la reconstrucción de la Federación, hablamos de la reconstrucción de ambos espacios: de los espacios o canales de participación “directa”, y su reposicionamiento, y de una mesa o colectivo de representantes escogido democráticamente por todos los estudiantes.


No es por capricho ni por ambición de poder, como piensan ciertos compañeros, que tenemos esta opinión. No aprobamos, como es lógico de parte de una organización que lucha por cambios democráticos y revolucionarios, la lógica de las personalidades que coptan el movimiento estudiantil según la pose o el tono de voz. El vaciamiento de propuestas políticas, el consiguiente abuso sistemático de poder económico y político por parte de las autoridades de la UMCE y la incapacidad total de luchar contra la neoliberalización total de la educación pública en el Pedagógico, fueron las consecuencias de una orgánica sin perspectivas ni marco organizativo. Es en este contexto que luchamos por la construcción de una Federación de estudiantes de verdad, donde el debate sea amplio, democrático y sin censura fascistoide alguna.


Creemos que el prejuicio anti-federativo es parte de un desconocimiento general sobre la historia del Pedagógico, en lo que a democracia estudiantil se refiere. Para resumir un poco esa historia, quisiéramos señalar tres hitos: la separación definitiva respecto de la FECH, en 1994, la fundación de la FEP en 1996 y la instalación de la “democracia directa” desde el 2002 hasta el 2004. Hoy, creemos que llegó la hora de producir un nuevo hito: la conformación de un nuevo instrumento federativo, la refundación definitiva de una FEP democrática y combativa, para luchar contra las desigualdades del neoliberalismo y contribuir a su derrota.

sábado, 22 de mayo de 2010

Políticas educacionales y neoliberalismo


Con la aprobación de la constitución de 1980, el sistema de educación en Chile, fue víctima de cambios profundos en toda su extensión, cambios que profundizaron la desigualdad social poniendo obstáculos de grueso calibre en el camino del acceso y, por lo tanto, del financiamiento, lo que se traduce en que los estudiantes que tuvieron acceso a una educación básica y media de calidad, es decir que contaban con los medios para costear colegios privados o bien asistieron a los llamados “liceos emblemáticos”, tienen más posibilidades de entrar y mantenerse dentro del sistema universitario. Es así, por ejemplo, como “2.834 estudiantes que provienen de familias con un ingreso superior o igual a $1.584.000 obtuvieron más de 700 puntos de promedio en las pruebas PSU de Lenguaje y Matemática. Mientras que este mismo puntaje lo obtuvieron sólo 300 alumnos de familias con ingreso menor a $144 mil.” (Estadísticas DEMRE)

Fueron las reformas implementadas en 1981 y 1982 las que dejaron el camino despejado para que la educación llegara a ser lo que es hoy, las que abrieron el camino a la privatización y la división de las universidades por regiones y áreas de conocimiento; agregando, además, la reducción del aporte estatal a las universidades públicas lo que potenció la búsqueda de medios de autofinanciamiento como lo son las matrículas y los aranceles que además suben año a año.

Fue con estas reformas también, que se implementó el AFI o Aporte Fiscal Indirecto que es entregado a “todas las instituciones de educación superior (…) cuyo criterio de distribución es la matrícula de los alumnos de primer año con los mejores 27.500 puntajes en la Prueba de Selección Universitaria.” (MINEDUC), lo cual intensifica aún más las desigualdades.

En nuestra universidad vemos reflejada de forma palpable la deficiencia e inequidad del sistema de educación chileno. El Aporte Fiscal Directo (AFD) que recibió la UMCE durante el año 2008 alcanzó sólo un 2,6%, y según cifras del MINEDUC del 2006, un 61,6% de los estudiantes de nuestra universidad pertenece a los tres quintiles más pobres. Es decir que el aumento de los aranceles y del valor de la matrícula, golpea fuerte a la gran parte de nuestros compañeros. Además, debemos recordar que estamos frente a un nuevo panorama nacional, con la elección de Sebastián Piñera y un nuevo ministro de educación quien representa al sector más conservador de la iglesia, el Opus Dei, y además es dueño de una universidad privada, la del Desarrollo. Estos hechos lejos de apaciguar la lucha por la defensa y recuperación de la educación pública, deben potenciarla y fortalecerla, especialmente dentro y desde nuestra universidad, ya que somos la universidad pedagógica de Chile.

El fracaso de la "Democracia directa"


En nuestra universidad, el ex-Instituto Pedagógico, se entabló desde finales de los años 90’ un fuerte debate sobre los modos de ejercer la democracia y la participación estudiantil. La discusión estuvo marcada por la diferenciación entre dos modelos de democracia; una “representativa”, y otra “directa”. Se llamó representativa, en este caso, a la democracia tradicional y al sistema de partidos, pero además a las grandes federaciones que funcionaban con una mesa directiva, un parlamento, una instancia informativa y resolutiva general abierta (tradicionalmente llamado “pleno”), consejeros y centros de estudiantes. Como resultado de este debate, los estudiantes de nuestra universidad implementaron, más o menos paulatinamente, el modelo que se le opuso a la llamada “democracia representativa”; la “democracia directa”. En reemplazo al aparataje federativo se instauró un sistema de asambleas y vocerías que partían desde las carreras, pasando por las facultades hasta llegar a una instancia denominada “consejo FEP” que la integraban los voceros de cada carrera, y la “asamblea general” que se suponía debía reunir a todos los estudiantes en pleno. Sin embargo, esta orgánica padeció de dos falencias que la llevaron al fracaso: un asambleísmo feroz y una reducción de todo trabajo político al trabajo asambleario, abriéndose el estudiantado a un rechazo a los partidos y las organizaciones políticas absolutamente injustificado y erróneo, toda vez que es un derecho agruparse en partidos para defender posiciones políticas colectivas.

Pensamos que el fracaso de la actual “democracia directa” se debe a esta errónea concepción de la democracia como la oposición entre lo “vertical” y lo “horizontal”. En realidad, cualquier democracia debe garantizar la participación directa de todos quienes se sientan parte de la comunidad, o de la “ciudad”, y debe otorgar representatividad a esas partes que están, generalmente, en desacuerdo. Además, debe tener espacios horizontales, y cierta efectividad vertical para responder a las urgencias políticas. Una federación que cumpla con esos requisitos es una tarea real y urgente de todos los estudiantes del Pedagógico. Tal fue, a nuestros ojos, la federación que, desde antes del golpe militar y hasta los años noventa, sacó a miles de sus hijos a la calle a luchar contra las injusticias y desigualdades del capitalismo.

Ernesto Salamanca Morales


Ernesto Salamanca Morales fue detenido y hecho desaparecer a los 25 años de edad. Estudiaba Filosofía en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile (actual UMCE), era poblador de La Legua y dirigente juvenil de la CUT. El 24 de Enero de 1974 fue detenido por agentes de la DINA junto a su hermano Gerardo Rubilar Morales de 20 años, ambos militantes de las Juventudes Comunistas de Chile.

El compañero Ernesto fue llevado a distintas casas de tortura, tales como Londres 38 y Tejas verdes, la última a cargo de Manuel Contreras. Aquí es donde se pierde la huella de Gerardo Rubilar y Ernesto Salamanca. Sin embargo, esa huella renace en quienes seguimos su legado y el de tantos otros que dieron su vida por un Chile más digno. Las Juventudes Comunistas del Pedagógico han puesto el nombre de “Ernesto Salamanca Morales” a su base en homenaje a este compañero, un luchador militante que cumplió con todo lo que requirió, en términos políticos, el momento histórico.

Hoy, llamamos a todos y todas a seguir la senda de este compañero, que soñó con un Chile para los más pobres y los trabajadores, que vivió y se entregó al proceso de democratización que significó la experiencia de la Unidad Popular, y luchó incansablemente durante los primeros años de la tiranía neoliberal de Pinochet.